CULTURA TRANSGÉNERO

Cultura transgénero y belleza queer en 22 fotografías históricas

La aparición de los estudios queer –palabra intraducible al español en valor, sustantivación, verbalización, ruptura y política– se remonta a un contexto complejo en Estados Unidos permeado por las teorías de sexualidad de Michel Foucault en los 70, las investigaciones de Boswell en torno a la tolerancia hacia la homosexualidad durante la Antigüedad y la Alta Edad Media, además de las denuncias que dirigirían a Adrienne Rich en 1996 sobre la heterosexualidad obligatoria y la invisibilidad lésbica. Todo en una sinfonía orquestada por movimientos a favor de los derechos de las mujeres, la lucha contra el VIH y las insurrecciones que inauguró la comunidad trans después de los disturbios en Stonewall. 

Gender Trouble, texto seminal para la teoría queer, es un documento de 1990 en el cual Judith Butler señala que el género es esencialmente identificación, que es una metafantasía, prácticamente un cuento dentro de otro cuento. Éste –según la autora– se define en el performance, en la repetición que imita constantemente la ficción que constituyen las significaciones de manera ya encarnadas y que son casi imposibles de diferenciar en la realidad. 

 

Aunque la misma autora habla entonces de la esfera trans como una estructura imitativa que asume un género como consecuencia de un sistema coercitivo que se apropia de los valores culturales de los sexos, una teatralidad que se fabrica a partir de algo que también se nos ha impuesto (el comportamiento “femenino” en sí”), no es fácil hacer de cuenta que su problemática es insignificante con base en las edificaciones binarias del comportamiento humano, así como tampoco es difícil entender el infierno por el que ha pasado este sector ante la sociedad. 

 

Para ejemplo de ello, se encuentra el trabajo de Mariette Pathy Allen, fotógrafa que realizó una serie entre 1978 y 1989, cuando por casualidad se alojó en un hotel de Nueva Orleans con un grupo de crossdressers –hombres con vidas heterosexuales que se visten de mujer en una suerte de fantasía secreta–, y conoció entonces a uno de sus más grandes amigos. Dicha reunión casual le llevó a un mundo insólito de hombres que necesitan expresar su feminidad; al darse cuenta de que había tropezado con algo potencialmente liberador y casi completamente malentendido, la artista se propuso ofrecer una visión diferentes y carente de estigmas. 

Si bien Gender Trouble ha sido criticado en este aspecto de inclusión trans entre sus líneas, la autora ha ofrecido durante los últimos años una actualización a su estudio para que éste sea un más abierto de lo que alguna vez se pensó. “Si la teoría queer designa que somos, por lo general, personas cuyo género y sexualidad están ‘no fijadas’, entonces, ¿qué lugar tienen en un movimiento queer aquellos que entienden y demandan una categoría de género clara dentro de un marco binario? ¿Qué espacio se les ofrece a las personas que requieren una designación de género que sea más o menos inequívoca, con el fin de desarrollarse adecuadamente y ser liberados de ciertas formas de ostracismo social?”, comenta la filósofa norteamericana.

Para Butler, el género no es un fenómeno aislado, sino algo que se actúa (performance), que se interpreta en sociedad; y sin embargo, dicha acepción es criticada por gente trans en la actualidad, misma que denuncia que ésta no es representativa de sus experiencias y afectividades. La comunidad trans argumenta en contra de la teoría de Butler, que ésta es utilizada para discriminarlos por parte de un sector de gays blancos que fijan estándares de belleza y comportamiento bien definidos desde la heteronormatividad –por ejemplo, para ellos no son queer aquellos que sean afrodescendientes, afeminados, pasivos, con sobrepeso, con alguna discapacidad o de polarizados estratos sociales-.

Con suerte, las fotografías históricas que ha aportado Allen, aporten a su vez la visibilidad y la reflexión visual que requieren aquellas personas que buscan reconocimientos políticos, jurídicos y sociales con base en un género y una designación by-name distintos a los que se les asignó al nacer. Estas fotografías, en el mejor de los casos, son un reflejo en pantalla capaz de construir un mecanismo de inclusión más que fructífero. Un ejercicio de imágenes que nos haga más sensibles en torno a la cultura trans y nos haga percibir una belleza queer aún más amplia y compleja. 

 

Datos recatados de:
https://culturacolectiva.com/fotografia/cultura-transgenero-y-belleza-queer-en-fotografias-historicas